¡Sí,
que estoy por aquí, que no he desaparecido, tranquilo todo el mundo!
Y
eso que es fácil desaparecer, volatilizarse en estos momentos. Entre el calor
que nos deja sin aire, sin aliento, sin gasolina en las neuronas, sin piel
casi… y en mi caso sin tiempo para nada, inmersa como estoy en cuidados y
tareas varias…
Pero
lo prometido es deuda (acabo de darme cuenta de que esta expresión la tengo
adoptadísima, de que me repito mucho con ella, ya lo siento) y acabo de
sentarme, jueves 26 de julio a las 12:15 del mediodía, a escribir estas
crónicas presurosas, ya saben, Cronos me atosiga…
Estoy
en Bilbao desde el martes de la semana pasada, y el lunes próximo bajo de nuevo
para el Foro, por lo que he de darme prisa en colgar estas Crónicas, o se
juntarán con las próximas.
Aunque
los tiempos no son siempre los mismos, es decir, el tiempo de asueto, el
vacacional, para mí sí es concreto en el espacio del calendario: julio y
agosto, pero no en el hecho en sí. No tengo vacaciones, tan solo me libro de la
responsabilidad escolar ¡y eso, me alivia en estos momentos como no vean! Subo
y bajo del Foro al Botxo casi con las
mismas tareas en mi maleta, ¡y julio ya va a cerrar las puertas!
Madrid
arde de calor. Bilbao no se queda a la zaga. Es imposible dormir, yo al menos
no puedo conciliar el sueño.
Mi
recuerdo y mi homenaje a Radio Futura y su “Escuela de calor”, que no habré
bailado yo veces y veces y veces y veces… (Momento “rivaival”)
Y
sin embargo, en ambas ciudades, las ciudades de mi vida, hay infinidad de cosas
por ver, por hacer, por descubrir… Rasco de un lado y de otro, ratitos para
poder disfrutar algo, y eso, créanme, me mantiene viva.
Por
Madrid me he paseado por hospitales, consultas médicas y hasta despachos de
Inspecciones médicas, parecido a lo que hago aquí con mi aita, pues allí con mi
chico, que ahora está en un proceso de ese tipo. Cuelgo la bata de maestra (en
sentido figurado pues, aunque la tengo, no la uso), y me pongo la cofia de
enfermera, cojo la libreta de secretaria… Multiempleada.
Pero
no sólo ha sido un periplo sanitario y burocrático, no, que a mas de pasar un
calor terrible, también he pisado alguna sala que otra de cine, he visitado el
Thyssen para ver a Hopper, he escuchado música clásica en un teatro de una de
las ciudades de Madrid, he viajado en metro y en tren, en coche muy poco, pero
también, he caminado, me he abanicado, me he tomado alguna que otra cervecita,
he ejercido de jardinera… y he caído en mi tentación más reincidente: los
libros.
¿No
está mal, verdad? Pues ahora les cuento un poco resumido el tour.
Por
Madrid, aun a riesgo de ser repetitiva, siempre puede uno deleitarse con
rincones, calles, lugares (¡viva la rima!) conocidos, pero, que según el día,
la hora, la inclinación del eje terrestre ¡o vaya usted a saber!… se ve, se siente distinto. Éste es
casi siempre mi caso. Mi percepción cambia, se altera, modifica mis
sentimientos.
En
estos tiempos convulsos (por no decir revueltos y caer en el riesgo de plagiar
cierta serie televisiva…) los que mandan tienen miedo y entonces, se
atrincheran y hacen alarde de sus defensas... Madrid, el Congreso y aledaños,
vallado, con un fortísimo contingente policial, que tú, pasas tranquilamente, y
te miran así, como para intimidarte… ¡ya ven ustedes! Como aquel chiste de
Gila, en el que el protagonista detuvo a un asesino a base de miradas
intimidatorias cada vez que se cruzaba con él en el pasillo de la casa:
“Alguien ha matado a alguiennnn” (momento humor y homenaje a ese grande que fue
Miguel Gila y del que nunca te cansas aunque te sepas sus parodias de memoria).
Y
también descubrir paisajes concretos, de ésos que son como una postal perdida
tras los surtidores de una gasolinera. Paisajes de campo, del de toda la vida.
Paisajes con una luz potentísima, con esos colores pardos, ocres y oro viejo,
que te trasladan a otros tiempos… De todo hay que disfrutar, de todo hay que
sacar algo, un recuerdo, una sonrisa, una fotografía para que perdure… para
saber que estuvimos ahí, que vimos y recordamos…
Pero
las calles y plazas siguen ahí, algunas con esos toldos tan curiosos pero que,
a la vez que refrescan, hacen bonito. Los músicos callejeros que muchas veces
tienen una buena formación musical y nos deleitan con melodías conocidas; los
turist-bus cargados de turistas que pasan y pasan una y otra vez… ¡Y en esos
paseos hasta descubres que las muñecas también tienen una clínica donde pueden
ser “curadas”! Calles con establecimientos que esgrimen su toque de “pedigrí”
al hacer referencia a que tal o cual insigne ciudadano, a la sazón escritor, en
este caso, o cualquier otra ocupación de relevancia, nació o murió, hizo o
nombró… el lugar en cuestión.
La
gente también se sigue manifestando en sitios emblemáticos como Sol, y no
importa que el conflicto tenga que ver con este país, no, en este caso eran
sudamericanos. También vi, aunque no la pude captar en ese momento, otra pequeña manifestación
de personas mayores casi todas, reivindicando la Memoria Histórica. Ahí estuve
un rato aplaudiendo sus consignas, me inspiraban tanta ternura, tanta pena,
tanta rabia…
¿Recuerdan
que el otro día les contaba yo el sueño tan extraño que tuve con Mariano?
Bueno, pues ya he descubierto a qué venía lo del escenario tan destartalado, mi
supuesta escuela… Y es que uno de los días en que fuimos al cine, nos
decantamos por ver la última película de Ricardo Darín, en la que hace de cura
comprometido en una de las muchas “Villas Miseria” que pueblan los arrabales de
Buenos Aires. “Elefante blanco”, así
se titula el film y que está basado en hechos reales, es casi un documental. En tiempos
de Perón, creo, se proyectó la realización de un macro hospital que iba a ser
el mayor de toda Sudamérica, pero todo quedó en agua de borrajas. Un terrible
mastodonte donde sus cuencas vacías se han llenado de miseria…
La
peli es muy fuerte, pero emociona y llega. Darín está soberbio, cada día me
convence más como actor, ha demostrado que es capaz de hacer papeles, no sólo
de galán argentino, meloso… y un poco rufián, no, es un actorazo como la copa
de un pino. Y de ahí tomé prestadas imágenes para mi sueño, ¡está claro!
Otro
día nos decidimos por algo más suave y delicado, “La delicadeza”, película francesa. Soy entusiasta del cine europeo
y del francés en concreto, mucho. La protagonista de “Amélie”, es buena actriz, y tiene ese toque dulce que, a mi
entender, está empezando a pasarle factura: el encasillamiento. Si bien en
películas anteriores me ha gustado mucho su interpretación, en ésta que nos
ocupa, la he encontrado… un poco histriónica, entendiendo el término como
sobreactuada. A mi gusto, sus gestos estaban estudiados y medidos, lo que me da
la sensación de que resta frescura y naturalidad a su interpretación… Aún así, la película se deja
ver y la fotografía es muy buena.
Hace poco tuve el libro en el que se basa el film (una obra del escritor David Foenkinos), en mis manos, pero, lo dejé,
no tengo el ánimo para leerlo ahora y pensar que la película era rematadamente
insulsa… En cualquier caso, ahí está y para gustos, los colores.
Descubrimos
que en Getafe, el ayuntamiento había organizado un programa de “Cultura
Inquieta” para este mes de julio, y como el panorama nos apetecía, un día
cogimos el tren de cercanías de Renfe y nos plantamos allí. Teníamos previsto
un concierto de música clásica, un terceto de cuerda con obras de Granados,
Albéniz y Sochostakovich… una gozada.
Y
de paso, al lado, en la antigua Fábrica de Harinas, vimos una exposición de
óleos, paisajes, en este caso, que no estaba nada mal…
Y
siguiendo con asuntos culturales, Hopper, ¡cómo no! Una maravilla, disfruté una
barbaridad con la muestra. Hopper retrata como nadie la soledad, esa atmósfera
quieta, esas luces que te hipnotizan… No sabría qué más decir de él y su obra
pues de siempre me ha fascinado y no me decepciona. Todavía hay tiempo para
visitarla, así que, si pueden, no se la pierdan.
Los
libros. ¡Ay, los libros! Mi pasión, mi perdición… Iba con la intención (más
rima…) de encontrar un libro que no conseguía en Bilbao, y allí me costó
también, pero al final di con él. En la foto están mis adquisiciones de hace
unos días.
Andrea
Camilleri se ha abonado a mi biblioteca y esos dos títulos que les muestro, y
que ya he leído, me han gustado mucho. No es la novela policiaca que tiene como
protagonista a su comisario Salvo Montalvano, no, esta vez es una literatura
más suave, que echa mano de las fábulas para mostrarnos historias duras y tiernas
a la vez. Éstos son los títulos: “El beso
de la sirena” y “El guardabarrera”. Deliciosos.
Y
siguiendo con los italianos. Milena Agus, de quien suelo hablarles con
frecuencia, cada vez que descubro uno de sus libros. Pues este momento es otro
de ésos… “Alice”, sencillo pero
profundo. Me ha gustado, como todo lo que escribe esta mujer. Y entusiasta como
soy de esta autora, no dejo de recomendárselo.
Una
es maestra, sabido es, y solo con oír la palabra, ya me emociono. “Historia de una maestra”, una delicia de libro, en formato mínimo además, lo que
hace que sea más apetecible y entrañable… Josefina Aldecoa, recientemente
fallecida, escribió este libro hace mucho tiempo y lo hizo basándose en la experiencia
de su madre. Lo acabo de empezar.
Y Carson MacCullers, a quien tendré el gusto de descubrir en esta novela, "Reflejos en un ojo dorado", realismo descarnado, según tengo entendido. de esta obra hay una versión cinematográfica, protagonizada por Liz Taylor, y de la que tengo vagos recuerdos de haber oído hablar de ella (de la versión, no de la gran Elizabeth). Promete. Este libro es el que me costó encontrar.
Y
el mes se nos va, y las cosas no parecen tornarse más benévolas. El futuro está
ahí, justo enfrente de nosotros, y una no sabe muy bien cómo mirarlo, aunque sí
tengo claro que por muy negro que pinte el asunto, no me voy a dejar engullir.
Fotos:
Antonio y Edurne Imágenes: Internet Folleto exposición Hopper: Del Thyssen.
Folleto “Cultura Inquieta” del Ayuntamiento de Getafe. Carteles películas:
Internet